martes, 6 de mayo de 2014

Las margaritas blancas de una habitación olvidada.

Se oía un murmullo lejano tras la puerta entornada, giró la cabeza lentamente y vio que estaba solo en la habitación. ¡Qué placer tan efímero el silencio! pensó mientras recobraba la postura inicial. Esta vez escuchó pasos nítidos que se apresuraban hacia el preciso lugar en el que se encontraba. No logró comprender quién era aquella mujer con bata verde. La joven se acercó a aquel cuerpo inerte que se creía en su máximo esplandor. Miró y palpó una larga serie de vías, medicamentos y aparatos indomables.
¡Qué placer tan carnal la compañía! pensó mientras la puerta volvía a cerrarse. Y así esperó a que algo nuevo sucediese. Mientras, las margaritas blancas de una habitación olvidada, iban desprendiendo su olor.

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