Ahora comprendo lo que impone una página en blanco. No saber por dónde empezar, y sin embargo, conocer perfectamente el final. Estar diseñando una portada sin tener siquiera el título. Se agolpan las ilusiones, los planes de futuro. Miro hacia arriba y diviso un precioso castillo de cristal ligero como una pluma. Trato de alcanzarlo y cuando puedo contemplarlo sin ningún impedimento, la grieta cruje con fiereza. Todo se desvanece en cuestión de segundos. Y llega la oscuridad. Puedo percibir que está apenada, se mueve con recelo, como si estuviera luchando contra los rayos de luz.
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